Foristas, paraforistas y foros desaforados
Hace unos años, cuando la revolución de Internet permitió la creación de mecanismos de participación de los lectores en las ediciones virtuales de los periódicos, los compañeros de eltiempo.com nos instruyeron a los viejos columnistas acerca de las maravillosas novedades que la nueva tecnología depositaba en nuestra ventana.
-Habrá un recurso llamado "foros" -explicaron- a través del cual los lectores podrán comentar las columnas para que todos lo vean. Será como una amable tertulia de café.
Los viejos columnistas, casi todos bastante analfabetas en informática, nos miramos encantados.
-Sí -agregaron los entusiastas compañeros-: el columnista podrá dialogar con los lectores, explicar sus puntos de vista, aportar sus documentos...
Yo, que tengo la dispendiosa costumbre de responder personalmente cada mensaje que me llega, pensé que los foros iban a ser mi redención. Dialogar con los lectores... aportar documentos... ¡Bendita Internet!
Pero cuando se puso en práctica el recurso de los foros, nada fue como lo esperábamos. Por cada opinión interesante surgían cuatro que salpicaban las páginas invisibles de odio, amenazas, insultos y calumnias. Al cabo de unos años, abismado y asqueado, tomé la triste decisión de cerrar el foro de "Cambalache", pues se había convertido en una cloaca indigna de este periódico donde tantas personas ilustres han aportado sus luces durante 95 años. Prometí reabrirlo cuando hubiese mínimos filtros para desterrar matones y perturbados mentales. Tras una importante inversión de imaginación y dinero, a mediados de julio se relanzó eltiempo.com, que hoy por hoy es uno de los mejores diarios virtuales en español. Pero, no obstante sus esfuerzos, los foros siguen invadidos por una mafia de insultadores profesionales. Por cuenta suya, parte de cuanto allí se escribe no evoca una "amable tertulia de café" sino los muros de un orinal público.
No soy el único que lo piensa. Leí en los últimos meses juiciosas críticas de D'Artagnan, Guillermo Puyana Ramos ('Agresiones verbales de la peor calaña'), Mauricio Pombo ("Algunos mensajes de 'paraforistas' parecen redactados con motosierras: salpican de sangre la gramática y la ortografía") y Alejandro Gaviria ("La vulgaridad acumulada sugiere un trasfondo más siniestro: el odio acumulado durante décadas de asesinatos y de injusticias").
Un reciente y flojísimo fallo de la Fiscalía en torno a las amenazas que recibió el periodista Daniel Coronell vía internet confirma que casi nada debemos esperar los periodistas de las autoridades en materia de protección. Los 'paraforistas' podrán seguir amenazando tranquilos. Pero el problema principal es hasta qué punto unos foros delirantes y -perdonen el retruécano- desaforados contribuyen a la libertad de expresión, un bien público y democrático que todos debemos custodiar. Cuando mi columna era víctima de ataques como los siguen produciéndose, algunos colegas me aconsejaron: "Defienda la libertad de expresión, sálgase de los foros". Luego me dijeron otros: "Defienda la libertad de expresión, vuelva a los foros".
Regresé a la arena forista hace cuatro meses y, al ver que nada ha cambiado pese a las medidas adoptadas, me pregunto si al entregarles a los violentos verbales tan valiosa herramienta para que intimiden e insulten estoy ayudando a la libertad de expresión. Tengo claro que sus miasmas enrarecen toda discusión y propician un clima de violencia e intolerancia. En semejante ambiente resulta imposible todo diálogo. Esto es algo que sí hago con quienes escriben a mi buzón, y me ha permitido atesorar varios queridos contradictores que ya son mis amigos, aunque no haya visto nunca sus caras. En cuanto a los mensajes envenenados, vuelan a la basura sin que los lea.
Por eso pregunto y me pregunto si vale la pena mantener el foro de participación de "Cambalache" o si constituye un sacrificio de educación, de tiempo y de tiempo.com.
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